14 sept 2013

BUSCANDO PISTAS EN EL INTERIOR DE LOS CUADROS

A simple vista, aquí tenemos un retrato de Fernando VII realizado por Goya a petición del Ayuntamiento de Santander en 1814, por el que cobró 8.000 reales. El retrato tenía como función presidir el salón de sesiones del Ayuntamiento, siendo exhibido en determinadas celebraciones desde la balconada principal del Consistorio. Con el tiempo, el lienzo pasó al olvido; tanto, que durante muchos años se consideró salido del pincel de un imitador del aragonés.
Tras diversas investigaciones sabemos que el encargo llevaba suscrito una serie de condiciones: «Ha de ser el lienzo de siete pies de alto por el ancho proporcionado. El retrato deberá ser de frente y de cuerpo entero; el vestido de Coronel de Guardias con las insignias reales. Deberá tener la mano apoyada sobre el pedestal de una estatua de España coronada de laurel y estarán en este pedestal el cetro, corona y manto: al pie un león con cadenas rotas entre las garras».
Tras la acertada restauración de 1994, han aflorado dos elocuentes desgastes o barridos que arrojan más datos iconográficos, como la eliminación de un posible cetro que sostendría la figura alegórica (estatua) en su brazo izquierdo. Además, algunos trazos de dicha zona no se adecuan a las calidades pictóricas de Goya. El otro desgaste se sitúa sobre la cabeza del Rey, como consecuencia del borrado de una corona de laurel, corona que posiblemente le era colocada al monarca por la escondida mano derecha de la misma figura alegórica. Estas eliminaciones debieron ser realizadas en un tiempo muy cercano a la entrega del retrato. Los elementos iconográficos -visibles y borrados- dan pie a una serie de dudas razonables en su interpretación, punto clave en la lectura del retrato. En esta lectura, no se han de perder de vista los distintos hechos históricos acaecidos en España con la llegada de Fernando VII a Madrid (mayo de 1814): abolición de la Constitución de 1812, derogación de todos los decretos de las Cortes, reinstauración de la Inquisición, desaparición de la libertad de Imprenta... Un auténtico golpe de estado basado en una cruel persecución y aplastamiento del régimen liberal. Si, de acuerdo a la documentación conservada, Goya firma el recibo de cobro del retrato en diciembre de 1814, tras haber tardado en su realización quince días, los acontecimientos absolutistas contrarios al pensar del artista tienen lugar antes de la solicitud municipal. Por otro lado, también se conoce cómo Goya trataba de eludir cualquier sospecha de afrancesamiento, aunque en su fuero interno no renunciara a sus ideales.
Así pues, el hecho de que la figura femenina apareciera con un posible cetro -hoy borrado- indica que estamos -en el origen del retrato- ante la alegoría de la España constitucional y no de la España absolutista, hoy corroborado con la eliminación de este elemento. Asimismo, en el lienzo, la alegoría de España se presenta sonriente y con los senos descubiertos, manifestándose en origen como madre constitucional del pueblo español que gentil, bondadosa y confiadamente, corona al Rey con su mano derecha. La eliminada corona de laurel de Fernando VII llevaría a pensar en un claro arrepentimiento, presencia-ausencia de alegato ideológico ante el execrable absolutismo. Borrada la corona de laurel y borrado el cetro constitucional, ante la nueva situación política, el supuesto equilibrio ideológico retorna al retrato.
Estas interpretaciones, fruto de una investigación rigurosa llevada a cabo en el Museo de Santander, donde se encuentra el retrato, pueden ser una muestra de la censura que sufrió Goya en alguna de sus obras, y como no, un testimonio vivo de aquel periodo histórico tan cambiante y convulso.
Por último, hacer mención al genial pintor aragonés, cuya personalidad difícilmente podía sujetarse a dictados externos a la hora de otorgarles contenido, quien sabe, es posible que se hiciese el sordo y los retoques los hiciese otro pintor con menos maña que el maño.
Fuente: Adaptación del artículo de Salvador Carretero Rebés

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